Datos Históricos

Datos Históricos

Periodo Precolonial

De la época anterior a la colonia se conocen pocos datos, pero denotan cierta importancia con respecto a la historia de La Luisiana. Así, se han hallado restos de los períodos paleolítico y neolítico, siendo más frecuentes los pertenecientes al Bronce final y Tartésico. Del período Íbero-Tartésico se han encontrado piezas pequeñas pero relativamente abundantes, al hallarse en el término municipal vestigios de una aglomeración rural de la época. Pero es el período Romano el que nos ha dejado más testimonios de su presencia en la zona, con profusión de hallazgos y más de una treintena de yacimientos registrados en el término debido a la importancia económica de la zona en época Romana.

Así, encontramos en el término municipal, restos de "villae" o explotaciones de uso agrícola, dedicadas al cultivo y producción de aceite de oliva, que fueron de gran importancia por hallarse La Luisiana en la "Vía Augusta" y bastante próxima a las colonias romanas de Obúlcula (La Monclova) y Astigi (Écija).
De esta época se conservan afortunadamente los denominados "Baños Romanos" de La Luisiana. Entre las piezas artísticas halladas en La Luisiana y alrededores, cabe destacar la estela funeraria de "Rústica Caccosa" y el miliario de Constantino el Grande, que se exponen en el Museo Arqueológico Sevillano.
Se han encontrado así mismo, vestigios de la época visigoda, como el cimacio visigodo expuesto en el Museo Arqueológico de Sevilla y algunas piezas de arte suntuario.

Del período Hispano-árabe y medieval tenemos pocos vestigios, al ser esta una zona de permanente rencillas entre las Taifas de Sevilla y Córdoba, y el grave despoblamiento sufrido con la Reconquista y el posterior reparto de las tierras entre los vencedores, siendo el paisaje predomínate hasta el siglo XVIII el de Dehesa de uso ganadero, perteneciente al término de Écija.

La Fundación de la Colonia

A finales del siglo XVIII, el Rey Carlos III, ayudado por sus ministros, ordena siguiendo las corrientes ilustradas que dominan Europa, la fundación de Nuevas Poblaciones en las áreas más despobladas de Sierra Morena y Andalucía. Así encarga a un aventurero alemán, Juan Gaspar de Thurriegel, la recluta de colonos centroeuropeos para que pueblen estas zonas, que son, a saber, las Nuevas Poblaciones de La Carolina, La Carlota y La Luisiana y nombra Intendente General de las mismas a un político e intelectual ilustrado, el Peruano Don Pablo de Olavide y Jáuregui.

Los primeros colonos, que empezaron a llegar a finales de 1768 y principios de 1769, procedían mayoritariamente del Nordeste de Francia y Sudoeste de Alemania, y en menor medida de Bélgica, Holanda, Suiza, Austria e Italia.

La Nueva Población de La Luisiana, fue fundada como tal en 1769 en el camino real de Andalucía, en un paraje conocido como "Venta Quemada", que se hallaba inserto en el llamado "desierto de la Monclova". La colonia estaba formada por La Luisiana, como cabecera de la colonia, y las aldeas de El Campillo, Los Motillos, actualmente desaparecida, y Cañada Rosal.

Los primeros años de asentamiento fueron terribles, debido al acoso de la nobleza terrateniente de Écija, ciudad a la que se le había expropiado los terrenos, a la falta de habitabilidad y dureza del clima y a las enfermedades que asolaron a los colonos como la epidemia de Fiebres Terciana que acabó con más de la mitad de los pobladores y estuvo a punto de dar al traste con el proyecto Carolino.

Pero a pesar de todo, y no sin grandes esfuerzos y sacrificios, pudieron estas gentes, llegas de lejanas tierras, ocupar y hacer productivas las tierras. No acabarían las penurias de los colonos, puesto que el 5 de Marzo de 1835, la Reina Regente Doña María Cristina, deroga el Fuero de las Nuevas Poblaciones, constituyéndose el Ayuntamiento de La Luisiana, dependiente de la provincia de Sevilla.

Privada de la protección real, la Colonia sufre un retroceso considerable, lo que unido a las malas cosechas y la falta de liquidez de las arcas municipales lleva a la corporación a pedir al Gobernador civil su anexión al municipio de Écija, petición que fue rechazada por las autoridades y que permitió que siguiera funcionando La Luisiana hasta nuestros días como Municipio Independiente.

Y aquí estamos...

Y a pesar de todo, aquí estamos…

El pueblo no se libró de las convulsiones de la España del siglo XX, y a pesar del temperamento tranquilo de sus pobladores, vivió las agitaciones campesinas de principios del siglo, y la llegada de la República en 1931. Al estallar la guerra civil en 1936, La Luisiana queda en la zona nacionalista, lo que provoca meses de miedo e incertidumbre, acompañados de una brutal represión. Pero más grave que la guerra civil serían sus consecuencias; el hambre y las enfermedades de los años 40, que provocaron un descenso poblacional considerable, agravado por el paro y la emigración a otras zonas con más salidas de España y Europa.
Y no por ello dejamos poco a poco de crecer como pueblo, hasta nuestros días, un pueblo diferente al resto de los demás, por el carácter de sus gentes y las costumbres heredadas de nuestros antepasados, pero al fin y al cabo, un pueblo que se siente orgulloso de ser como es.

Escudo de La Luisiana

Escudo de La Luisiana

Representa en su parte central al escudo de armas menos de Carlos III, tal y como aparece en algunos documentos fundacionales del pueblo. Éste se halla superpuesto sobre el escudo principal, que representa en tres franjas diagonales, los colores de la bandera municipal que explicamos seguidamente. Al timbre lleva corono real.

La bandera de la Mancomunidad Cultural de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena y Andalucía fundadas por el rey don Carlos III al amparo del fuero de población de 1767, está formado por tres franjas horizontales, siendo la central el doble de ancha de cada una de las otras dos. La franja superior es de color azul celeste; la central es de color blanco y la inferior es de color verde.

El color blanco de la franja central se ha tomado en recuerdo del pabellón real de Carlos III y por extensión de aquellos hombres de la Ilustración, del que es justo que se cite el nombre de Don Pablo de Olavide y Jáuregui impulsor de estas Nuevas Poblaciones, que soñaron para estas tierras una sociedad modelo donde el hombre alcanzara plenamente la felicidad.

Tradicionalmente, el color blanco se ha asociado al deseo de dialogar para la resolución de contenciosos entre los pueblos.

El azul celeste obedece el color tradicional de la imaginería de la Inmaculada Concepción, Patrona de las Nuevas Poblaciones por deseo de Don Carlos III.
Queremos también significar en este color la tradicional nobleza con que los hombres y mujeres de estas tierras han llenado sus vidas, siendo ellas el mejor ejemplo de la tenacidad demostrada a través de generaciones por transformar en lugares productivos, lo que recibieron como tierras incultas.

Es el color celeste el que mejor representa los valores trascendentes de los pueblos.

El color verde se ha tomado en recuerdo del pueblo Andalusí, raíz cultural de Andalucía, en cuyo seno se integraron las Nuevas poblaciones en 1835 cuando fue derogado el fuero de población. Tradicionalmente se ha asociado el color verde a la cultura del Islam, de tan viva presencia en nuestro idioma y en nuestras costumbres.

En el lenguaje de las banderas el color verde expresa la llamada a la asamblea. Es por ello por lo que los tres colores propuestos enarbolan el deseo de los habitantes de las Nuevas Poblaciones: "Convocamos a todos los pueblos a dialogar sobre temas trascendentes para el hombre".